El mundo de Ghost in the Shell
Filosofía y espiritualidad: almas de metal. El Tao de la cibernética.
Quizás fue este film y seguirá siendo nuevamente con su continuación el título más emblemático dentro de una manera de entender el “anime” que constituye buena parte de la imagen que éste ha adquirido en occidente: futuro tecnificado y frecuentemente oscuro, secuencias de acción espectaculares y casi siempre vertiginosas contrapuestas a pausas propicias para la meditación (cuando no para el sueño) y planteamiento de cuestiones vitales e incluso filosóficas… En resumen, un film en la línea de otra gran superproducción, Akira con la que comparte diversos elementos, como una banda sonora marcadamente étnica.
De entrar en el juego de las comparaciones y definiciones, habitual al presentar algo nuevo y ajeno a lo conocido, aventuraríamos que Ghost in the Shell es el equivalente en animación de un hipotético Blade Runner (Director’s Cut) II en el que colaborasen Ridley Scott y James Cameron. El establecimiento de todos los abundantes paralelismos quedan en manos del lector como un pasatiempo intelectual, pero hay un punto de divergencia que resulta vital: la solución final dada en la mayoría de films americanos sobre cibernética suele ser tranquilizadora, reafirmando el valor de la humanidad como especie o como atributo a alcanzar y/o mantener por robots y ciborgs, lo que contrasta fuertemente con muchas obras japonesas como la que nos ocupa.
Para entender adecuadamente las películas y buena parte del anime (como otras producciones que también hablan sobre seres artificiales, la consciencia y la memoria) es útil conocer algunos puntos en común entre la visión del pasado ancestral y del presente-futuro más avanzado que Japón integra en su cultura: en el pensamiento oriental nuestras queridas oposiciones binarias dejan de tener sentido y una de ellas es la división entre espíritu y materia. En cierto sentido, todo esta vivo (el Shinto es una religión “animista”) y ésa es una de las razones para su aceptación de los robots desde Astroboy/ 1 Tetsuwan hasta el actual Doraemon: por exceso o por defecto, se concibe a los seres humanos y a los artificiales como iguales e incluso se concibe en ocasiones a los androides-ginoides como seres humanos puros, no contaminados por nuestras debilidades y pasiones 2. El afecto de los japoneses por el robot procede de antaño: desde mecanismos robot del siglo XII utilizados para irrigar agua en los arrozales pasando por los “karakuri-ningyo” (muñecos mecánicos que salían en teatros y festivales populares y que se movían por “voluntad divina”) del XVII y XVIII hasta el primer robot desarrollado con tecnología occidental en 1927, el “Gakutensoku”.
Otro punto importante es que el budismo interpreta la identidad personal o ego como una ilusión limitante resultado de la identificación con nuestra memoria y procesos mentales condicionados. Combinando ambas nociones llegamos al concepto de “ghost” o espíritu, que en el manga original Shirow en sus notas a pie de página intenta despojar de una interpretación metafísica convencional. En ese sentido conviene recordar que el taoísmo es una filosofía inmanentista y no trascendente. Bajo esta luz, la película refleja la visión holística de la vida como un complejo proceso global de interacción entre elementos en constante devenir, de un flujo de patrones de información en una red de la que formamos parte y nos sobrepasa.
Desde un punto de vista espiritual, cuando se dice que uno de los personajes, la Mayor Motoko Kusanagi, ha desaparecido para fundirse con todo el dominio y formar parte de todo, se puede interpretar como el acto de una persona que alcanza la iluminación. Se encuentra en armonía con todas las cosas, en este caso es la “red” pero podría ser la naturaleza. Su consciencia no hace que se reconozca como un individuo independiente del resto de las cosas sino todo lo contrario: su conciencia ha alcanzado un plano superior, puede sentirse muchas cosas y tener conocimiento de todas ellas. Ha alcanzado el vacío y ha sido capaz de liberarse del ego formado por toda la información acumulada en su memoria. Es ella misma, como decía en la primera parte “con su propia voz”; un espíritu libre sin limitaciones en la metafórica “vasta red de la información” empleada por Oshii.
En general y desde un punto de vista más cercano a nosotros, el mundo de Ghost in the Shell se plantea a dónde nos conduce esa red, esa Internet de hoy en día y cómo la tecnología vuelve a los humanos más mecánicos y cómo son esos seres humanos.
Otro aspecto importante en Ghost in the Shell son las citas filosófico-espirituales utilizadas por el director que, en la primera parte, eran menos explícitas y más sugerentes mientras que en la segunda se llega incluso a veces a desvelar su autoría. En la inquietante búsqueda del significado de la existencia y del alma humana, Oshii se acerca a la literatura y a la filosofía, cruzando el globo y el tiempo y en Innocence citas de fuentes tan remotas como el Antiguo Testamento, las Analectas de Confucio además de otras de pensadores legendarios como Isaac Asimov, René Descartes, Jakob Grimm o La Rochefoucauld entre otros muchos.
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